Bueno, Gustavo
Televisión: apariencia y verdad
Gedisa,2000. 336 p. 978-84-7432-783-0, Cód. 501007, 13.1 x 19.5 cm. $440

Colección: Estudios de televisión.

Este libro no quiere ser algo así como una colección de análisis críticos de situaciones concretas, capaz de mostrar, por ejemplo, hasta qué punto la "entrada triunfal de McArthur en Chicago" fue un montaje televisivo, una apariencia que ocultaba la verdad de aquel recibimiento; es un primer ensayo de análisis general de las Ideas de Apariencia y Verdad tal como ellas "se abren camino" a través del marco de la pantalla de televisión.

Se supone que todo aquél que tiene un cierto trato "no infantil" con la televisión, ya sea como espectador, ya sea como actor, productor o programador político, y cree poder distinguir críticamente apariencias y verdades en la pantalla, tendrá también necesariamente su propia "filosofía de la televisión", una filosofía implicada e inmersa en su propia experiencia. Filosofías generalmente poco organizadas y mal representadas, confusas y oscuras, pero no por ello menos enérgicamente ejercitadas en la vida práctica.

De vez en cuando, como de pasada, surge en algún "crítico de la cultura", sociólogo o psicólogo, la asociación de algunas actitudes prácticas observadas ante la televisión con alguna idea identificable de la tradición filosófica académica. Así, la actitud práctica de los políticos que creen saber (actuando en consecuencia) que su existencia como tales políticos depende de su presencia en la telepantalla, será puesta, a veces irónicamente (como es el caso de Bourdieu), en relación con la doctrina de Berkeley ("para muchos políticos, existir políticamente es lo mismo que ser percibido en la pantalla por los electores: esse est percipi").

Sin embargo, la filosofía mundana (inmersa en su experiencia) de quiénes tienen trato con la telepantalla, no será aquí considerada como un mero recuerdo confuso de las Ideas que, sobre la Apariencia y la Verdad, hayan podido tejerse por los más potentes sistemas filosóficos académicos. En general, suponemos que todas las Ideas filosóficas proceden, no de fuentes celestiales, ni siquiera de una "conciencia trascendental humana", sino de las experiencias prácticas, políticas o técnicas, que han ido teniendo lugar a lo largo de la historia (la Idea de Mundo, de experiencias con cofres o con arcas; la Idea de Progreso, procede de la experiencia con escaleras, que a veces sirven para subir, otras para bajar y, otras veces, para subir y bajar, como la escala de Jacob). Asimismo, las Ideas de Apariencia y de Verdad se abrirían paso, principalmente, a través de experiencias técnicas o tecnológicas con la luz o con las sombras: antorchas, espejos, cámaras oscuras, cámaras fotográficas o cinematográficas.

Sería inexplicable que la televisión, una de las más sorprendentes invenciones tecnológicas, no ya del siglo XX, sino de todos los siglos, no hubiera sido también una fuente espontánea de la que podrán haber mandado determinaciones originarias de las Ideas de Apariencia y de Verdad.

Si ello fuera así, se nos abriría, desde luego, la tarea de "reconstruir" (re-presentar) sistemáticamente las diferentes filosofías mundanas que "espontáneamente" y de hecho se habrán ido formando entre quienes tienen algún trato ("no infantil") con la televisión. Una tarea que requerirá acudir, pero en serio no irónicamente o de pasada, a la confrontación con otros sistemas ya organizados en la tradición filosófica y, a través de ella, a la confrontación con otras fuentes tecnológicas o de cualquier otro tipo más arcaicas, de las que habrían brotado las Ideas de Apariencia y de Verdad que figuran en la Historia de las Ideas.




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