Joseph, Isaac
El transeúnte y el espacio urbano
Gedisa,2002. 160 p. 978-84-7432-042-8, Cód. 511509, 1a. Reimp. $290

Colección: Mamífero Parlante.

"Las aldeas, los feudos, los reductos, los guetos son objetos de estudio tanto para el historiador o para el antropólogo como para la sociología urbana. Resulta igualmente claro que la formación urbana del investigador requiere una modificación de su mirada, que debe ser ante todo ingenua, que debería captar las cosas mismas, fascinada por lo social in statu nascendi, como diría Simmel. Según lo indican los diccionarios de navegación, las derivas nos impiden ir a una determinada parte. Lo cual quiere decir que el transeúnte ocioso, el paseante callejero tienen recorridos, digresiones del texto urbano que se disciernen en los rostros y que funcionan según el modo de reciprocidad inmediata, como dice Simmel, en un espacio-tráfico que se extiende entre lo trivial y lo raro."

"Lo que uno redescubre son vínculos, lazos, más que lugares, fenómenos reflexivos más que relaciones, sistemas de obligación recíproca, "pequeñas veneraciones", por decirlo así, de la vida cotidiana que desde Durkheim a Goffman constituyen la contextura social. Y esto es lo que enseñaba Tarde: la socialidad absoluta no es ni la transparencia total ni la fusión de las sustancias; es la transmisión instantánea en la reducción del tiempo al instante."

"El impulso vital que caracteriza un espacio público es "un impulso de vitalidad contenida" (Simmel). En este sentido, el horizonte de un espacio público es siempre un horizonte de paz, pero tiene dos límites igualmente aterradores: el terror de la identificación y el terror de la invasión. El horizonte de los tiempos de oscuridad (Hannah Arendt) nos impone concebir a los demás más allá de la fusión, nos impone salvar el espacio público del desastre de cierto tipo de fraternidad."




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