Presentes o no en la cultura, las ciencias son de todos modos, activas. Si es necesario "popularizarlas" es precisamente para permitir efectuar su control en forma democrática; por ejemplo, para permitir al conjunto de la población intervenir en la elección de una política nuclear, que en forma evidente concierne a todos sus miembros.

A partir de una encuesta entre especialistas de la divulgación científica, el autor analiza las ambigüedades y los límites de toda organización de difusión de los conocimientos. A la vez que sugiere algunas soluciones al problema, señala la naturaleza profunda de los obstáculos socio-políticos para el reparto del saber.