El autor plantea la imposibilidad de concebir la historia humana como un desarrollo único. Entonces el objetivo es vivir positivamente esta pérdida de unidad, como tarea de la cultura. Lyotard sugiere dejar de lado las metahistorias que han predominado durante siglos: la idea del desarrollo económico indefinido, el ideal de la democracia burguesa. Todas estas teleologías han sido refutadas por unos acontecimientos demitificadores de nuestro siglo.

Dice El PAIS: "El presente se caracteriza por la melancolía y la tristeza: ya no quedan Bastillas que asaltar. El último momento de entusiasmo fue, a su juicio -de Lyotard-, el Mayo de 1968"