En este libro, el autor prosigue su aventurera búsqueda a través de los recuerdos de su infancia y su adolescencia que han dejado sus huellas -transformadas, entrelazadas, recurrentes- en la obra del escritor y del cienasta.

La parte delantera de la escena está ocupada por las imaginaciones eróticas del muchachito y las reflexiones del adulto sobre el rol desempeñado por el sadismo y el crimen sexual en la fantasmática masculina.

Sin embargo, la "hermosa joven" aparece en seguida como lo opuesto de una simple víctima, brillando de pronto, con todo el resplandor de una trampa deslumbrante: el mortal encanto de la hechicera. De este modo, la Gran Guerra se quita su máscara de barro para desplegarse ahora en una especie de bosque encantado, donde los soldados franceses y los guerreros prusianos se enfrentan con hadas-flores de inquietante sortilegios, de las cuales tenemos el derecho de preguntarnos si no son más que jóvenes creadas por el enemigo.